Esto no es una carta

Nuestra relación ha sido extraña. Nos cruzamos y apostamos a ver si funcionaba. Con la soberbia de los reyes que saben que el mundo les pertenece. O con la certeza de los enamorados. ¿Porque no iba a funcionar?

Eramos dos personas mirando al mismo espejo en paralelo. Sin mirar el uno al otro. Sin girar la cabeza hacia el otro. Cada uno mantenía su postura y el espejo le daba la certeza que el buscaba. Cada uno tenia una certeza diferente. Susurrar palabras de amor daba fuerza. Compartir y hacer lo que hace todo el mundo parecía sano. Cuando uno cree que algo es así se convence para ver también cosas que no lo son. O no ver cosas que lo son.
 
Luego vinieron los problemas que revelaron el vacío entre nosotros. Uno de los dos todavía no quería darse cuenta. El otro lo encontró conveniente. De repente las cosas ya no eran como antes. Las peleas empezaban por lo más insignificante. Lo que antes era razón de amor era ahora excusa de pelea. La distancia crecía pero cada uno miraba al espejo y no nos dimos cuenta. O yo no me di cuenta. Creía que todo seguía igual con un poco de rutina. Creía que seguías allí pero era solo tu ídolo en el espejo. Creí mis mentiras y luego creí las tuyas. Era la decadencia del amor, que una vez alguien me dijo que dura más que el amor mismo. Era la época de los gritos que escuchaban los vecinos y los otros que no los escuchaba ni yo. Había llegado el final. Pero no llegó solo. Llevaba verdades cubiertas que dolieron al desvelarse y lágrimas de decepción inesperada.

Me doliste tanto como te había querido. ¿Así no pasa cada vez?
Pero, esta vez es diferente.

Gracias a ti conocí a Javier Corcobado. Y el me canta cada noche que es mentira la muerte.

Así que te perdono.



 

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