Victoria, para todos


La más underground de las estaciones de metro de Atenas se llama Victoria. Ahí decidió hacerlo. Quedaba cerca de su casa, unos metros de la Plaza Victoria, la famosa Plaza que debía su nombre a la reina Victoria de Inglaterra y en la que tantos controles de la policía y pinchazos había presenciado. Le parecía cómodo incluso -tirarse en la estación más cercana de donde vivía, de donde había tomado la primera cerveza, de donde había besado la primera chica. No quiso nunca mudarse a otro barrio. Victoria tenía todo lo que uno necesita para crear sus mitos. Tenía bares oscuros y sucios, inmigrantes desesperados, capaces de cualquier cosa, yonkis que te pedían un poco de dinero cada dos por tres y no se acordaban después de nada. Era un barrio constantemente en fase transitoria. Ni pleno centro, ni suburbio. Ni de los que se han salvado de la nada con talleres de artistas y nuevos bares de moda, ni de los más históricos de toda la vida. Victoria era el barrio más underground desde siempre y por eso su nombre era el más adecuado. Sobrevivir ahí se había hecho una tarea excepcional. Y él había sobrevivido. Por eso ahora decidía acabar también ahí sus días, con algo de gloria. Además –pensó- qué mejor que tirarse en las vías de tren en una estación con azulejos verdemar que se llama Victoria!

 
Volví a casa después de un día largo de trabajo con mi sueldo recortado y mi cuerpo exhausto. Tardé más de lo normal en llegar porque los trenes no circulaban en un trozo de la vía – debido a un intento de suicidio en la estación Victoria, según decían. Me puse a buscarlo en el ordenador y al final encontré la noticia. Decía que el intento fracasó. El hombre que se había tirado en la vía de tren en Victoria sobrevivió. Le quedaba más vida, más lucha y más esfuerzo todavía, en esta ciudad que ya no recordaba nada victorioso.
 
Como a todos los demás.
 
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario